Voy a comenzar a publicar semanalmente una serie de microrrelatos que narran mi experiencia personal.
- La espera
Desde la ventana del hospital veía mi día a día en la calle sin ser consciente de mi futuro. Desde allí no podía gritar. Me cogieron entre dos sanitarias porque decían que estaba loco. A ellas también las vi pasar cuando terminaron el turno de trabajo.
- Corazón
Una mañana me encontraba en el parque con mis hijos. Una niña se acercó y comenzó a jugar con ellos. Le pregunté su nombre. Corazón me llamo. Me sorprendió un pequeño antojo que tenía en el entrecejo. Años después tuve problemas de memoria y me ingresaron. No recordaba nada. La doctora que me atendió tenía un pequeño antojo que se apreciaba detrás de las gafas. Me preguntó si recordaba algo. Le dije que ella se llamaba Corazón. Me dio el alta porque en ese momento no tenía síntomas de pérdida de memoria.
3. El espejo
Después de cumplir años y llevar una vida en familia, Angelina delante del espejo no se reconocía. Ahora se explicaba como su primer novio ya no la miraba. De repente comenzó a reír porque él estaba calvo y con un volumen abdominal bastante acusado.
- Citas
Tenía una cita telefónica con el médico, y me diagnosticó; después el mecánico me arreglo vía tutorial la avería del vehículo, y, más tarde, el fontanero me dio las instrucciones por Instagram para reparar la avería del grifo. Tras varias semanas, envié un SMS a la funeraria para que me hiciesen una reserva en una de sus salas, y de paso me dieron día y hora para mi incineración.
- El bastón
Me marché a Cangas de Onís a devolver el bastón que le regalé a mi padre. Cuando falleció lo heredé. Ahora ya no me hace falta porque jamás podré caminar.
- La engreída
No hace mucho tenía cierto desprecio por un compañero. Conversaba de vez en cuando con él. Llegué a prescindir de su compañía. En cambio, él mantenía conmigo una educación exquisita. Yo, engreída, desconocía el motivo. Ahora, sin saber cómo, estoy leyendo una novela que ha publicado.
7. El poder
Desde pequeño tenía asumido que mi condición social era superior a muchos que me rodeaban; sin él sería una persona perdida en medio de la vulgaridad. Todavía no entiendo como la plebe tiene un aposento cada vez mayor en el acceso a la educación. Antes, cuando todo estaba ordenado de arriba hacia abajo era más llevadero para los de mi clase. Ahora, con la entrada de los plebeyos en las universidades, por ejemplo, mi hijo jamás será médico, sino un simple oficinista. Todo esto tiene que cambiar porque en este momento estoy sentado en la sala de espera del hospital para que me atienda el hijo de mi subalterno.
- El odiado
Le odiaba desde que nació. No sabía el motivo, lo único es que no podía estar a su lado. Le deseó todos los males del mundo. En cambio, él, su hermano, jamás sintió hostilidad hacia ella. Él consiguió la felicidad, mientras ella siempre pensaba en negativo. Fue tal que ese pensamiento le llevó a odiar y desconfiar de todo lo que te tenía a su alrededor. Un día lluvioso a Manuela se le olvidó el impermeable en su casa. Estaba tiritando en la parada del autobús. Pasó su hermano cerca y le dejó el único paraguas que tenía. Él se marchó lloviendo, y ella no entendía cómo él había realizado tal acción.
9. El mago
El restaurante de la calle principal cada vez tenía menos clientes. El dueño culpó esa ausencia de público a los propios habitantes del pueblo. Contrató a un camarero que se presentó como un mago aficionado, el cual le dijo que tenía la solución para sus males. Podía hacer desaparecer aquellos clientes que no eran bien allegados, y así dejaba tranquila a la clientela que llegaba de fuera. Comenzó con los jornaleros que recogían las aceitunas, les hizo pasar al patio interior y desaparecieron, posteriormente al carnicero, al pescadero por el olor a pescado, al frutero porque era un mujeriego…así que hasta el día en que el repartidor llamó diciendo que el almacén tenía que cerrar porque no entraban productos, el banco cerró los días pares porque no había clientes, y muchas tiendas tuvieron que echar el cierre. El dueño del bar culpó al mago que desapareció sin dejar rastro por la denuncia interpuesta, quedándose el restaurante sin clientes y sin el mago que les devolviese a los vecinos habituales.
10. Mi padre
Mi padre trabajó casi siempre en la construcción. Gracias a su herencia tengo suficientes recursos para vivir holgadamente el resto de mi vida. Cuando falleció, que por cierto me encontraba de viaje de ocio, me dejó una nota para que fuese al hospital. Me atendió una joven enfermera. Me dio un martillo. Me dijo: “su padre fue quien puso esta loseta la cual ha provocado varios accidentes”. A continuación, me obligaron a reponer el daño causado. Jamás trabajé tanto. Entonces le pregunté por qué no lo hicieron ellos. Me contestaron que todos los presentes también tuvieron padres.
10. La tiza
La tiza corría entre los dedos del niño. Su padre se la había dejado para que diese los primeros trazos en una pequeña pizarra. El padre encontró el paquete de tizas en una bolsa olvidada junto a los libros de su paso por la universidad. Cuando la localizó se le vino a la memoria que un día de clase las guardó para tener material para el próximo día. Se le olvidó y nunca las devolvió. Ahora contemplaba orgulloso porque su paso por la universidad había sido fundamental para que su hijo se iniciase en la escritura.
12. El libro
Después de muchos años me encontré con un viejo recuerdo. Había dejado un libro sin terminar de leer en una caja, y tras la mudanza quedó en el olvido. Mis hijos se hicieron mayores y pude comprobar que aun no había acabado la lectura. Seguí leyendo por donde la dejé, pero para sorpresa mía los personajes habían evolucionado, incluso algunos habían fallecido. Cuando terminé cerré los ojos y pasaron por mi mente algunos acontecimientos que habían ocurrido en los últimos veinte años.
13. Memorias
Cuando la vida le llegó al indultado por la sociedad para que trabajase, intentó hacer un libro de memorias. Comenzó con el título: “Mis memorias”. Se quedó satisfecho el primer día. El día siguiente lápiz en mano intentó escribir, pero no podía, ya que no había aprendido a escribir. Lo dejó porque estaba cansado. Los días siguientes probó con el ordenador, pero tampoco pudo pasar de la primera línea. Como tenía todo el día para pensar contrató a un escritor. El buen hombre le preguntó dónde había trabajado, contestándole que nunca lo hizo; el escritor se interesó por su familia, por los viajes realizados, por los amigos…también le contestó lo mismo, no tenía familia, ni había viajado, y los únicos amigos eran los que se reunían con él en el bar. Unos días más tarde, el escritor le llevó el libro ilustrado con el título y el nombre del autor. No abrieron el libro y cobró sus honorarios. Cuando Salvador abrió el libro no había nada escrito. Lo cerró y se sintió orgulloso del trabajo realizado. Era lo que él quería. “Será un éxito porque entenderá lo que he hecho a lo largo de mi vida”.
14. El caracol
Después de escapar de la bolsa que estaba destinada al restaurante, y escondiéndome debajo de un vehículo con las protestas de mis hermanos, pasó el día, y llegó la noche. Tras escapar varias veces de los pájaros y de varias pisadas humanas, pude llegar a la terraza donde eran servidos mis hermanos. Uno de los comensales dejó caer un poco de salsa, la probé y estaba deliciosa. Estaba degustando a mis parientes. Entonces decidí que, al día siguiente, cuando llegase una nueva remesa me incorporaría a ellos. Prefería que me comiesen los humanos saboreando la salsa que los pájaros me dejasen a medio devorar. El destino estaba escrito. No tenía otra alternativa.
15 Las hormigas
Papá si las hormigas no ven ni escucha, ¿Cómo se orientan? Pues —dudando su padre—, se orientan igual que la abuela cuando se marchó para siempre. Ahora entiendo, respondió la niña mientras miraba los movimientos de las hormigas.